Quito, escasos cinco días y noches después, se torna blanca y negra,

trasladando el negativo de la foto al baúl de la memoria perecedera.

Aguaceros y dólares

Durante las mañanas y mediodías es resplandeciente y soleada como el interior de un cofre caribeño. Por la tarde y al caer el sol, la lluvia, con ávida pasión, se adueña de las vías y de los nervios de sus ciudadanos, aireando su mal aliento temporal. La capital, por ende, muta en un monzón indio. 120 minutos en los cuales las pequeñas tiendas sirven de escondrijo ante este diluvio caluroso que alza, más si cabe, la temperatura desde el silencioso asfalto.

No hay paraguas ni botas patagónicas que aguanten el desafío. Como hormigas obreras, los quiteños rezan a la Virgen de Panecillo para que les procure bienaventuranzas y este riego vertical sea lo más corto posible.Una de la soluciones para solventar este desaire medioambiental es la toma de un taxi. Y para ello hacen falta dólares. Hasta que no entré en el país no sabía que circulaba esta moneda estadounidense desde su implantación, en el año 2000.

17 años sustituyendo al sucre, que según algunos ciudadanos ha sido un lastre sobre su futuro, ya que los ahorros que tenían perdieron valor en la conversión y no pudieron comprarse, por ejemplo, algún piso o departamento pequeño que anhelaban. Al hilo de ello, como me sucedió en Perú, se suelen encontrar bastantes billetes falsos, por lo que hay que situarlos al trasluz para observar si tienen esas finas capas que le alejan a uno de la falsificación inmediata y de la pertinente cara de tonto.

Marejada en las urnas y calles

Han pasado 14 días desde las elecciones nacionales. La negación de los supuestos perdedores ante la derrota y la polémica de fraude que rodea a los hipotéticos vencedores han producido marchas pacíficas por todo el centro histórico en estas siguientes fechas. La confusión y el desconocimiento se muestran merecedores de un tiempo extra. El que tardarán en recontar todas las urnas denunciadas y, quizá, la disconformidad otra vez de alguien que desestabilice todo el sistema como un castillo de naipes.

Un altavoz político que tiene su eco en la sociedad, en las tiendas de comida, de ferretería, de calzado o almacenes, que dan su parecer sobre lo que está cociéndose en Quito. Una implicación política que crea un tercer ojo o una moral vigilante que quiere supervisar todavía más los pasos de los mandamases en la toma del cetro presidencial. Han sido ya 10 años de Rafael Correa, ahora la ciudadanía se debate entre su continuidad o un cambio que les dirija a un rumbo incierto pero, al menos, nuevo.

Fervor religioso y mercados ancestrales

Su patrimonio histórico es una de principales ofertas culturales, con la mejor estructura colonial de todo América Latina. Pisando sus empedradas calles vislumbrarán edificios solemnes como la Iglesia de la Compañía, conocida como la Joya de América por el pan de oro que recubre todas sus paredes y techos, sin olvidar la Basílica o la Catedral, todas ellas con el sello del barroco quiteño. El Cerro de Panecillo con su Virgen Alada es otra muestra más de su profundo sentimiento en la fe a la vez que nos obsequia con unas vistas panorámicas de toda la ciudad.

Existen diferentes profesiones que ahondan más en esta temática. Destacan las tiendas de ropas de santos para adornar mejor las figuras, los retocadores para pulirlas cuando se tienen ya decoradas en la casa y la hierbera, que cura males con sus hierbas y masajes corporales. Su contrapunto es el Mercado indígena de Otávalo, a 100 Km de Quito, que merece la pena recorrerlo por ser el más grande Sudamérica, en especial por su feria de ganado.

Historia y diversión

Ante el calor del día, la papa y los jugos son los flotadores alimenticios nacionales. Pura energía necesaria para seguir haciendo los quehaceres varios de quiteños y colorados (extranjeros).  Como visitar la Mitad del Mundo, más que por su imponente figura por sus museos didácticos que explican por qué Ecuador goza de esa distinción.

Para concluir este viaje entre mitades, no olvidamos La Mariscal y la Floresta, barrios salpicados de cafeterías, bares y restaurantes para conocer el latir de sus gentes. Y entre medias, una vez más, sus deliciosos helados artesanales de paila y los típicos colaciones, que aúnan maní, agua, azúcar y limón.  Un combo perfecto para acabar con un excelente sabor de boca.

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