Un domingo cualquiera siempre puede dejarte en mal lugar por alguna razón. Unos pensamientos a remojo que comienzan con el guerrero quechua de Tarabuco, Sonqo Mik´u, arrancando el corazón a un soldado español ya muerto en el suelo de la plaza principal. Ante tal apetitoso entremés, unos pasos más hacia adelante, uno se obnubila con el mercado indígena que se escapa a los ojos de uno en diferentes calles estrechas y cuadriculadas, como si fuera una caldera de vaho inútilmente respirable.

En esos devaneos donde todo son artículos de artesanía aparentemente de buena calidad, coloridos y de buen zurcido, decenas de personas intentan buscar la mejor ganga entre cientos de puestos que te arremolinan en un segundo. Más que buscarle yo, el me encontró ojeando unas pulseras de cuero oscuro que llamaron mi atención.

– ¿Cuántas quieres amigo? Están a 30 pesos cada una. 

– Puff, demasiado para mi bolsillo. ¿Si lo dejamos en 20 que le parece?

– Jaja, no puedo hacer eso señor. La vida está dura y yo ahí te lo puedo dejar no más. 

Hombre polifacético

En esas que mi cerebro procesa esta invitación al regateo latino, una cholita (mujer indígena boliviana) aparece delante de mí y hablan en una lengua que no consigo distinguir. Cruzan cuatro frases, decididas, con tono firme y de brusca acentuación. Cuatro frases que me desvían de mi primer cometido y me hacen preguntarle cuál era el diccionario de tales vocablos.

– No es aymara, es quechua. En esta región boliviana es nuestra lengua y para no perderla hay que ejercitarla, ¿sabe?

Leoncio, que es su nombre, me indica que desde pequeño lo habla y que sus hijos también han sido educados en ese sentido. “Gracias a Evo, el país va a mejor en los últimos diez años”, desgraciada o afortunadamente la política vuelve a salir a escena. Considerado un hombre de campo, a lo largo de su vida se ha reinventado, trabajando en tres sectores diferentes como las artesanías, la fabricación de insecticidas biológicos y, cómo no, la agricultura, con la siembra de la papa (papata), el trigo y el maíz.

Sobre el reconocimiento de las 36 etnias en Bolivia, le parece un hecho que debía haberse producido años atrás, alabando la labor del actual presidente que “ahora sí apuesta decididamente por los campesinos no como otros gobiernos que nos veían como mano de obra sucia”. Unas declaraciones que las hace con una mirada sufrida y resaltando que ahora “no hay intermediarios entre el cliente y el creador, el producto se entrega directamente, las comisiones ya no existen”. Y esto lo comenta porque ya hace 6 años que dejó de ir a Argentina a vender sus manufacturas. “Allí por cada kilo que introducíamos, se nos cargaba (cobraba) con 120 dólares en la aduana”, recuerda amargamente.

– Venga amigo, ¿No le gusta ninguna de ellas? Cómpreme una, para su novia que le quiere muchito. 

En este toma y daca del regateo Tarabucano, defiende su evismo por todos los avances hechos “en atajos (carreteras), en la agricultura, los regadíos y las artesanías”, sobre todo, porque “Evo ha ayudado a mantener el peso igual que hace 8 años, sin devaluarse ante el dólar”, comenta con orgullo. Unos datos que quiero poner en contrapeso con las supuestas casas que dicen Morales tiene en Cuba. “Lo que hace falta son documentos, pruebas verdaderas, no palabras vacías llenas de mierda”, responde Leoncio. “Lo mismo pasa con el cultivo de coca, que muchos piensan que Evo quiere producir cocaína en la zona de Chapare (donde proviene Morales y tiene más apoyo social), cuando lo que él quiere es producir vino de coca como está haciendo en Villa Tunari”, concluye enfadado.

Orgullo de padre

Defiende al boliviano, “somos gente honesta, abierta y cercana y que cuando vamos a trabajar al extranjero, respondemos”. Sobre la falta de industria y fábricas en el país, replica que “por ejemplo en el municipio de Yamparáez, ya que se está abriendo una de lácteos y un Hospital, el llamado Segundo Neville”. Sí que demanda más presencia de periodistas internacionales para dar a conocer de primera mano todo lo que se “está cociendo aquí, sin mentiras ni patrañas”.

Habiendo trabajado para la Municipalidad durante 10 años y su carné de militante en el partido del Más, el de Morales, se siente más que nada contento de “que un campesinito como yo pueda haber dado a mis dos hijos el derecho a estudiar y obtener alguna maestría”. Uno de ellos “trabaja en el aeropuerto, fíjese, y me siento lleno de orgullo por ello”, finaliza.

Una oferta que no puede rechazar

Durante siglos hasta el día de hoy, se ha mantenido el uso del trueque en este mercado. Debido a mi bolsillo maltrecho, rebusco en mi pequeña mochila de mano alguna forma de contentarle y de paso llevarme ese pequeño obsequio.

– ¿Le gusta el dulce de leche? Cuento con uno y creo que le puede endulzar algo la vida. 

– Jaja, aprende rápido usted amigo. Ya me emborraché de ello en mi tiempo en la Argentina, pero a mi mujer no creo que le importe.

– ¿Sabe qué? Creo que será mejor que le diga a la gente dónde ubica sus puestos aquí y en Sucre.

– Ahí me has ganado brosito. Toma la pulserita y sácame guapo, que me lo he ganado.

Puesto número 45 en el mercado de Tarabuco cada domingo. Puesto número 3 en el mirador de la Recoleta, en Sucre.

Si andan por ahí, no fallen a su encuentro. Seguro que no les deja indiferente, les cuenta chascarrillos y si son versados en el habla puede que hasta saquen algo por un módico precio.

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