Tenía ganas de pisarla.
La mejor ciudad gastronómica del mundo. Se ubica en el puesto 141 entre las 375 ciudades más caras del mundo. Se encuentra en el puesto 123 de 207 sobre calidad de vida.
Datos contundentes que había leído entre ojeada y ojeada en diferentes bocas y papeles del mundo que merecen ser puestos en tela de juicio. “No puedo librarme de Miraflores, no puedo dejar de escribir sobre Miraflores”, comenta Vargas Llosa, escritor universal del país sobre uno de sus barrios. Muchos condimentos de una tarta que habrá que degustarla a trozos y no en un bocado.
Después del sur, de Cuzco, de Aguascalientes, de su reino de los cielos Macchu Picchu y las líneas de Nazca, la capital asoma por la gatera. Si atestiguo por lo visto hasta ahora, lo que estoy seguro es que la circulación no podrá ser peor, más macabra. Espero acertar en ello, como en la ligera ventaja de los chefs limeños para sacarme mejores propinas sobre el resto del país. De su plato estrella, el ceviche, el salmón que engatusa a todo aquel que lo prueba por vez primera sin grandes alharacas.
Repensar su historia
Con casi 8 millones de limeños y limeñas y 500 años de historia, me susurran que quieren convertirla en un motor económico y social en Sudamérica a la altura de Buenos Aires o Río. Un transatlántico que no fondee, que surque nuevos nichos de mercado y florezca como un tulipán sano y robusto en los albores del 2020.
Y navegan sin olvidar en su política, repensando a Fujimori, a sus años en el poder, desde fines de los 90 hasta mediados del 2000, a su querencia por la vuelta al mismo y la fuerte presencia que tiene su partido todavía. Incluso para poder ganar las elecciones otra vez y sacar a su máximo exponente de la cárcel, donde ahora se encuentra por delitos contra los derechos humanos, corrupción y desvíos de fondos públicos.
Unos condimentos que crean una dinamita explosiva, sin temporizador en la mecha y prometen dejar metralla en los palabreros que osan unir cadenas por sus incalculables playas.
Allá vamos.